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En el universo de frivolidad, erotismo y desenfado que caracteriza buena parte de la cultura popular española de entresiglos, la visibilización de las mujeres de espectáculo se emplaza en el territorio de las fantasías masculinas y capitalistas sobre el consumo del cuerpo femenino, pero la notable presencia de estas mujeres en la esfera pública implica también una contravención de los estereotipos decimonónicos sobre la feminidad, que la vinculan a la virtud y lo privado. Lejos de asumir pasivamente este imaginario, algunas artistas como Carolina Otero o Tórtola Valencia lo utilizan estratégicamente, muchas veces de forma irónica y hasta paródica. Cultivando la excentricidad, la fatalidad y el exotismo, es decir, la otredad y la diferencia, estas mujeres se aprovechan de los mecanismos de la industria y los códigos culturales del momento para trascender los escenarios y convertirse en sujetos capaces de organizar una carrera profesional, alcanzar una independencia económica y garantizarse un espacio de agentividad propia. Así mismo, adoptando a su conveniencia el mito de Carmen como femme fatale, si teatral
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