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Buen conocedor de la geografía y la historia españolas, Azaña siempre se consideró español, pero esa declaración no evitó que reconociese los defectos del país -«su locura, su violencia su desidia, su atraso, su envidia»-, con los que se negó a ser indulgente. En esta tercera antología del pensamiento del gran intelectual español, dirigida por el editor José Esteban, se recopilan los textos de Azaña sobre el concepto de patria -«Yo nunca he sido españolista ni patriotero»-, su defensa a ultranza de la unidad nacional, pero al mismo tiempo su respeto ante la reivindicación del Estatuto catalán, su apoyo a la defensa de las diferentes lenguas y su claro convencimiento de que el denominado problema vasco-catalán no es algo eterno ni irresoluble, tal y como aseguraba Ortega y Gasset. Su habitual clarividencia le lleva a pronosticar un acercamiento a Franco del nacionalismo vasco y su talante dialogante a tender puentes de acercamiento para conseguir que cada región tenga su propia Hacienda, aunque no así su Universidad particular. Azaña reflexiona sobre el carácter de sus conciudadanos y las diferencias que pueblan el territorio común de la República.
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