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Los primeros años de la década de 1970 comenzaron con el agravamiento de una crisis política que tuvo, entre otras muchas consecuencias, el ataque directo a los derechos de expresión, reunión, manifestación y asociación. Por su parte, el progresivo auge del movimiento estudiantil se convirtió en una fuerza social de cambio muy importante en ese período. Fue en este contexto donde se inició uno de los episodios menos conocidos del compromiso entre arte y política: la Asociación de Artistas Plásticos, formada, entre otros, por Ángel Aragonés, Arcadio Blasco, Tino Calabuig, Rafael Canogar, Juan Genovés, Manolo Millares o Antonio Saura.
El fin de la dictadura franquista, la transición y la llegada de la democracia permitieron que se fuera abriendo un abanico capaz de renovar la escena artística y, de paso, que se recuperara parte del dinamismo perdido desde el final de la Guerra Civil. Una de las estrategias elegidas consistió en la unión de muchos artistas, más o menos conocidos, de ideologías de izquierda, donde el protagonismo del Partido Comunista de España, aún en la clandestinidad, siempre fue dominante. Este deseo de transformación fue el que condujo a la fundación, a finales de los sesenta, de la Asociación de Artistas Plásticos. En esta primera etapa, y a pesar de los obstáculos de la Administración franquista, la Asociación se mantuvo en la legalidad encubierta a través de la creación de APSA, Promotora de Actividades Plásticas. Bajo estas siglas se llevaron a cabo una serie de actuaciones que se cerrarían con la transformación de APSA en la ASAP (Asociación Sindical de Artistas Plásticos), con lo que se iniciaba, así, la segunda etapa de dicha organización.
El último intento de permanecer unidos tuvo lugar tras la exposición «Panorama 78», cuando se fundó la Confederación Sindical de Artistas Plásticos de España (CSAP). Su actuación continuó en la misma línea: la lucha para que las instituciones reconociesen su trabajo y la categoría profesional del artista. Su historia termina con la llegada de los años noventa, cuando los esfuerzos de una gran parte de los artistas plásticos que iniciaron esta lucha por la democratización del arte quedaron sepultados.
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