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Max Aub murió en su casa de México cuando preparaba el tapete verde y la baraja para iniciar una partida de naipes con unos amigos. Su afición al juego, por tanto, está más que acreditada. Jugó siempre: mientras sufría la dureza de los campos de concentración y también en la tranquilidad de su domicilio en el exilio. En su correspondencia hay abundantes cartas en las que menciona su intención de publicar un volumen titulado Trampas, del que aparecieron Algunas trampas en 1968 en la revista mexicana Diálogos y en 1970 en la española El Urogallo. Suponen la punta del iceberg, menos de la cuarta parte de los cuatrocientos doce aforismos sobre el juego que componen el libro completo. Pedro Tejada Tello, investigador de la obra de Aub, que ya dio a la imprenta los Crímenes ejemplares de este gran escritor español, ha logrado que Trampas llegue a la imprenta por primera vez tal y como la concibió su autor. Este inédito se ilustra a dos tintas con los palos de la baraja, el tarot, fichas de dominó, figuras de ajedrez de ajedrez, bolas de la lotería? en busca de un placer estético a la altura del texto. Juguetón por naturaleza, eterno travieso del ingenio, Max Aub se pregunto aseverando: «¿Qué finalidad tiene el juego que no sea la hermosura?».
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