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A quienes recuerden las deliciosas películas del cineasta italiano Alberto Lattuada, allá por los años cincuenta, no les sorprenderá encontrar hoy en librerías este libro suyo publicado en una colección de narrativa erótica como es «La sonrisa vertical». Como confiesa el propio Lattuada en su «Introducción» : «El cuento Diario de un gran amador, por ejemplo, fue escrito en 1942 ; esta fecha revela que mi fidelidad a la esencia de la belleza femenina nunca se extinguió en mí». De hecho, así es : el último de estos siete cuentos es de 1980. «Las fulguraciones», continua reconociendo el autor, «no desaparecen con el andar de los años ; en realidad, estoy convencido de que siempre permanecen al acecho mientras la memoria ilumina momentos lejanos con una evidencia de contornos que roza la nostalgia.» Películas como Ana, Carta de una novicia y Guendalina dejaban ya imaginar el mundo erótico secreto que animaba a Lattuada en unos años en que tan sólo manifestar un deseo era ya pecado. En estos cuentos, que permanecieron largos años en el fondo de un cajón, el lector cinéfilo descubrirá todas las más íntimas fantasías que el cineasta evitaba exhibir en imágenes y que, en cambio, en la privacidad de una hoja en blanco, pudo expresar con entera libertad.
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