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Desde que Kant estableciera la distinción entre la filosofía académica o escolástica, y la filosofía mundana o universal, ha persistido la dificultad de tender un puente entre ambas, esto es, de ser capaz de usar los conceptos y los argumentos técnicos del filósofo de tal manera que sirvan para iluminar los problemas filosóficos que interesan al hombre de la calle, y, a la inversa, de introducir en la discusión técnica de los filósofos cuestiones relevantes para la vida humana. Pues bien, ésta es una de las características del trabajo filosófico de Hilary Putnam, especialmente apreciable en Las mil caras del realismo. Putnam es uno de los filósofos americanos más importantes de nuestros días. Entre sus muchos aportaciones a la discusión filosófica hay una por la que en los últimos años se ha hecho más famoso: su teoría del realismo interno. Con ella pretende dar respuesta a una de las preguntas más inquietantes de la filosofía: ¿hasta qué punto podemos decir, con cierto fundamento, que conocemos el mundo real? Lo que nos ofrece en esta pequeña obra maestra es una síntesis de las consecuencias de esa teoría cuando el mismo tipo de argumentación que la sustenta se aplica al resto de las grandes cuestiones filosóficas, en especial a la de la filosofía moral.
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