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Exaltación nacionalista, glorificación del espíritu y los valores militares, ferviente catolicismo, hispanidad y preferencia por formas y estilos clásicos y tradicionales fueron los principios que en un primer momento definieron la cultura franquista. En los años de la posguerra, por lo general el arte público fue militante y conmemorativo, la literatura y el cine extremadamente ideologizados, mera propaganda, y la historiografía en los años cuarenta retóricamente nacionalista. La Iglesia monopolizó la educación, ejerció la censura moral de espectáculos y libros, y mantuvo prensa, editoriales y medios de comunicación propios. En ese contexto, el cambio cultural que fue produciéndose en España desde la década de 1960 fue un hecho histórico de importancia considerable. Protagonizada pronto por personalidades y obras de indudable interés, la cultura española supo conquistarse, a pesar del franquismo, ámbitos propios de libertad. Todo ello supuso nuevas formas de entender y de explicar la realidad: nuevas formas también de repensar España. Con unas ciencias sociales interesadas en la democracia como sistema, la cultura española tuvo así función formativa en la reinvención, y por tanto en la recuperación, de la democracia en España
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