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En el año 70 se celebró por primera vez la Maratón de Nueva York. En la línea de salida de la mítica prueba, 127 locos, de los que solo 55 lograron acabarla. Desde entonces hasta la actualidad, mucho ha cambiado el mundo en el que habitamos, tanto que lo que se conocía como correr por los parques pasó a denominarse jogging o footing -no sé si fue antes el huevo o la gallina-, y el jogging y el footing, con el paso del tiempo, pasaron a denominarse running. Vamos, que a cualquier alma a la que hace cuarenta años le hubiesen dicho que correr era lo mismo que hacer running, pensaría que el que se lo decía se acababa de caer de un árbol Más cerca ya de nuestros días, en el año 2013, 55.266 cuerdos pudieron saborear la gloria a su llegada a la meta situada n el Central Park de la Gran Manzana. Hoy día, toda ciudad quiere tener su maratón y hacer de ella una fiesta deportiva. Se le perdió totalmente el respeto a una prueba que se debería respetar mucho más de lo que estamos viviendo a diario. Si uno no acaba la mítica prueba que realiza su ciudad, parece que no es nadie en su parque, en su trabajo o en su mundo virtual. Este relato cuenta las aventuras y desventuras de alguien que pasó de la cordura a la locura. O quizá sea todo lo contrario.
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