En algunas ocasiones las existencias pueden estar erróneas o no se lo podremos conseguir en el plazo señalado. Confiamos en su comprensión y le agradecemos la confianza depositada. Esperamos no defraudarle.
nstituto público y Un banquero codicioso se gestaron en el IES Parla II, en la actualidad Manuel Elkin Patarroyo, junto a una serie de compañeros y amigos del Departamento de Lengua castellana y Literatura pensando en las inquietudes de nuestros adolescentes que caminan por el mundo intentando aprender a vivir junto a sus semejantes. Ambas piezas van dirigidas a alumnos de secundaria para su lectura en el aula. La segunda también se ha diseñado para lo que fue creada, su posible representación como teatro de sombras.
Instituto público plantea la imposibilidad de compartir emociones con violencia.
Joaquín es un adolescente que quiere a Sheila, su compañera de clase; pero ella lo desprecia continuamente. Jorge y María José, amigos de ambos respectivamente, sí congenian y provocan el encuentro de los cuatro en casa de María José. La relación de Joaquín y Sheila, sin embargo, se complica cada vez más; tanto en el instituto como fuera de él.
La novedad que introduce Carlos Tejero en Instituto público consiste, a diferencia de muchas otras obras literarias destinadas a un público adolescente, en situar en escena a unos personajes de doce o trece años que viven, sienten, aprehenden el mundo como personajes de doce o trece años. Es decir, se aleja conscientemente del recurso fácil del adulto que habla por el niño, ya que el adulto-autor se diluye en la coherencia de la trama ficcional creada. De esta forma, los jóvenes personajes no actúan a través de la conciencia adulta, no recrean un mundo juvenil a base de preocupaciones propias del mundo adulto, sino que la adolescencia aparece descarnada, con verdad y honestidad teatrales.
La otra pieza, Un banquero codicioso, es una farsa para teatro de sombras. En ella, Timoteo confía sus ahorros a un banquero de su ciudad; pero, cuando quiere recuperarlo, el banquero ni siquiera lo reconoce. Otros ciudadanos también pierden sus ahorros e incluso la intervención de una distinguida señora no impide su avaricia. Será necesaria la acción de otros personajes con poderes especiales para cambiar la actitud del codicioso.
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