En algunas ocasiones las existencias pueden estar erróneas o no se lo podremos conseguir en el plazo señalado. Confiamos en su comprensión y le agradecemos la confianza depositada. Esperamos no defraudarle.
Inspirada en hechos reales, Flores negras es un rotundo alegato contra la indiferencia y la normalización de la violencia verbal, física o sexual hacia las mujeres.Un thriller extraordinario y original que nos obliga a reflexionar sobre la condición humana y nuestras contradicciones.Berta Martos es locutora de radio en un programa nocturno. Está acostumbrada a que las llamadas de sus oyentes hablen de soledad y desamor, pero la de esta noche es diferente: al otro lado de la línea telefónica un disparo interrumpe la conversación que mantiene con un desconocido que está a punto de hacerle una confesión. El escándalo estalla en las redes sociales, donde miles de personas culpan a la periodista de lo sucedido y exigen su cabeza para saciar su sed de justicia.Sometida a una excedencia forzosa, Berta decide refugiarse en casa de su madre, una famosa actriz retirada hace décadas que quiso aislarse de todo en un pueblo olvidado del mundo en una finca que alberga un inquietante jardín de flores tropicales.Un pintoresco lugar en el que los fantasmas del pasado no tardarán en unirse a los del presente y poner a prueba la coraza que Berta ha construido para sobrevivir.«En el extremo más alejado, se encontraba el rincón del paraíso. Un rectángulo, de siete metros por tres, delimitado desde el cielo por una descontextualizada enredadera repleta de racimos de una flor carnosa, de color turquesa y forma rara. De uña. De uña bestial. De garra. Decenas, centenares de uñas vegetales de color turquesa colgadas de un delicado enrejado verde. Uñas de pájaro. Un emparrado de jade. Habían crecido tanto que casi tocaban los extremos de las flores que tenían debajo. Aves del paraíso. Parecía que jugaban a las estalactitas y las estalagmitas, flores que caían y flores que se elevaban a punto de unirse en aquella gruta psicodélica donde siempre se le erizaba a uno la piel de la nuca. El sistema de riego mantenía una humedad constante que nutría a aquellas flores llenas, gruesas, egoístas, voraces. Berta no había entrado en aquella esquina extraterrestre desde hacía tiempo. Meses, tal vez años. La miraba siempre desde fuera. Esta vez no se dejó intimidar. Decidió dar el paso. Uno. Y después otro. Y retirando la mirada casi para irse, vio algo. Algo distinto. Algo que no se parecía a nada de lo que había visto antes allí.»
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