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Calusas, timucuanos, guales, semínolas, creeks, eran algunas de las tribus de La Florida en el momento en que Pedro Menéndez de Avilés estableció allí el asentamiento de San Agustín, la ciudad más antigua de los Estados Unidos. Guerreros fuertes y feroces, que vivían en estado de guerra casi permanente y mutilaban a sus enemigos o los hacían esclavos, ofrecieron una dura resistencia a los españoles que pisaron su territorio. Sin embargo estos, a cambio de muchas vidas, penurias y sufrimientos, consiguieron establecerse en sus costas. Esa fue la tarea en la que se empeñó el marino asturiano a partir de 1565, inicio de la presencia española efectiva en el territorio de los actuales Estados Unidos, que se prolongó más de 250 años, hasta que, en 1821, con la entrega en San Agustín del castillo de San Marcos al representante del Gobierno americano, se perdió la última provincia española en aquellas tierras. Pero Pedro Menéndez de Avilés fue algo más que conquistador y colonizador. Varias veces capitán general de los buques que protegían las fl otas que hacían la Carrera de Indias de regreso desde América a la Península y azote de los piratas y corsarios que infestaban las aguas del Cantábrico. Su fama y experiencia le valieron ser nombrado Señor del Mar Océano.
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