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Estas conferencias, escritas por Friedrich Nietzsche en 1872, a los veintisiete años, cuando era todavía profesor en Basilea, contienen algunas de las afirmaciones más radicales y revolucionarias contra el sistema de la cultura moderna que jamás se hayan enunciado. En su intento de “adivinar el porvenir” basándose, “como un augurio, en las vísceras del pasado”, Nietzsche presenta aquí algunos argumentos polémicos cuyo vastísimo alcance estamos, quizás hoy más que nunca, en grado de comprobar. De hecho, por primera vez, con este texto se hace explícito en nexo entre la educación escolástica, incluso en sus zonas aparentemente más “desinteresadas”, y la utilización de la fuerza-trabajo intelectual por parte de la sociedad para sus propios fines, que consisten en hacer que le individuo se “revele lo antes posible como un empleado útil y en asegurarse de su máximo rendimiento incondicional”. Frente a tan brutal intervención, toda cultura que no quiera identificarse con el orden constituido deberá actuar contra él. Nietzsche vio, pues, detrás del deseo por difundir siempre más la cultura —en el que detecta uno de los “dogmas preferidos de la economía política de esta época nuestra”—, un propósito de opresión y de explotación, o sea la sombra misma de la “economía política” en su sentido más amplio. Por lo tanto, puede leerse este texto también como un análisis anticipado de la industria cultural. Y el historicismo, atacado aquí de frente como el maligno encanto que consigue “paralizar” todo impulso de la cultura para ponerse en contacto con la “ambigüedad de la existencia”, se revela precisamente como el agente de un enorme y nefasto proceso social todavía en curso.