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Al día siguiente de la Revolución francesa, el ideal de igualdad se topa con los dialectos del mundo campesino. ¿Qué hacer ante la multiplicidad de variantes de la lengua que se expresan en el cuerpo social del territorio francés?: o bien respetarlas y aprender a comunicarse en y a través de la pluralidad de sintaxis, léxico y pensamientos, o bien destruirlas al convertirlas en objeto folclórico. La investigación encabezada por el abad Gregorio sobre los "dialectos" tendrá como tarea esencial la de crear "una lengua nacional". Las culturas campesinas serán, para los jacobinos, la representación del otro temible y, al mismo tiempo, fascinante. Gracias a la investigación sobre los múltiples lenguajes que cruzan el territorio francés se ve surgir un mundo impensado: la vida campesina con sus mil rostros. Pero, irónicamente, sólo emerge para desaparecer, pues la única manera de conservarlo será volverla un objeto museográfico. Esta vida externa a las ciudades se describe como jardín paradisiaco o como reserva de la animalidad. A través de la encuesta llevada a cabo por Gregorio se ve como la recuperación de un saber local se hace pieza de museo para permitir que triunfe el francés, lengua que encarna a la Nación y a la razón.
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