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Durante toda la década de los cincuenta Dalí anduvo preocupado por el modo, para él servil, en que los críticos se sometían ciegamente a la dictadura de las vanguardias artísticas y, en particular, a la más «moderna» corriente abstracta en la pintura. Su opinión sobre la crítica y los críticos de la época la dio a conocer en panfletos, artículos, en su diario (Diario de un genio, Andanzas 11 y Fábula, 51) y en textos cargados de ironía como Los cornudos del viejo arte moderno, cuyo borrador redactó en francés durante una de sus travesías por el Atlántico en 1956, y que publicó ese mismo año en Francia tal como lo reproducimos ahora aquí. Sorprende comprobar hoy en cuántos aspectos daba Dalí en el blanco, con su peculiar visión paranoico-crítica del arte y exponiéndose a la mofa de los implacables críticos «ditirámbicos» entregados a lo moderno por lo moderno. Según Dalí, desde que los críticos se unieron «a la vieja pintura moderna», ésta no ha dejado de ponerles cuernos : con la fealdad, con la técnica y con el abstracto
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