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Dos fen?menos han caracterizado el desarrollo econ?mico mundial en los ?ltimos lustros. El primero ha consistido en la concentraci?n de una proporci?n importante de los recursos productivos en manos de grandes corporaciones con implantaci?n en m?ltiples pa?ses y mercados. Todo parece indicar que a?n no ha alcanzado su c?nit, a juzgar por el rosario de posibles fusiones y absorciones que se anuncia y la proliferaci?n de importantes bufetes de profesionales especializados en los tejemanejes de estas operaciones. Cuando esta concentraci?n era a?n muy incipiente, sus implicaciones en el plano pol?tico ya fueron denunciadas por Vernon Smith. El t?tulo de su libro, Sovereignty at Bay (Soberan?a en peligro), aparecido en 1971, proporciona claros indicios de las consecuencias que iba a entra?ar la aparici?n de unos leviatanes econ?micos en manos privadas. El hecho cierto es que, hoy en d?a, estas grandes corporaciones generan una importante fracci?n de la producci?n y el empleo mundiales y, sobre todo, tienen en sus manos cuando no la creaci?n por lo menos la gesti?n comercial del progreso cient?fico y tecnol?gico. Conseguir que el uso del enorme poder que detienen respete los intereses de la ciudadan?a es el reto fundamental que deben superar las instancias pol?ticas de las sociedades democr?ticas. El segundo fen?meno, que cronol?gicamente ha acompa?ado al descrito en el anterior p?rrafo, ha sido el continuo deterioro de nuestro planeta y su ecosistema. Y ello tanto en lo que se refiere a su parte s?lida como a sus oc?anos, mares, lagos y r?os y tambi?n a la atm?sfera que lo circunda. Deterioro que, de proseguir por el mismo camino, nos llevar? a una cat?strofe de incalculables dimensiones. La desertizaci?n es creciente, las prolongadas sequ?as se traducen en una gran variabilidad de las cosechas, y las capturas de los pescadores en aguas saladas o dulces son cada vez m?s escasas.
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