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A partir de la muerte de Franco, treinta años después de haber acabado la Segunda Guerra Mundial, fueron llegando a España noticias escalofriantes sobre la suerte de algunos miles de compatriotas deportados a los campos de concentración nazis. Tras conseguir a duras penas huir del castigo de los vencedores, los republicanos españoles que no perdieron su vida en los ignominiosos campos de refugiados del sur de Francia, o se alistaron en la Legión Extranjera, o se unieron a la resistencia francesa, o fueron encerrados por los alemanes en campos de concentración y exterminio. Allí coincidieron con millones de desgraciados de todas las razas, nacionalidades, edades y condición social. Y allí, hubieron de luchar contra la adversidad, contra sus propios compañeros de cautiverio y contra sí mismos. Prisciliano García Gaitero (1910-1949) fue uno de ellos. Aunque consiguió salir con vida de los campos de Mauthausen, Gusen y Dachau, su salud resultó tan quebrantada que apenas tuvo tiempo para disfrutar su reconquistada libertad. Por ello, como una especie de catarsis, un convaleciente Prisciliano escribía su odisea en un hospital francés. Tras su muerte, el cuaderno llegó a España oculto entre el vestido y los pechos que un día lo amamantaron. Y durante todo este tiempo ha estado guardado en el seno familiar, en Mieres, donde Prisciliano se ganaba la vida como minero picador.
Las memorias que ahora salen a la luz -anotadas y contextualizadas párrafo a párrafo por el profesor José Luis Gavilanes Laso son una importante contribución a la, bibliografía testimonial sobre el Holocausto. En unos pocos años, los testimonios directos sobre la barbarie nazi ya no serán posibles. Cuando esto ocurra, ya nadie podrá describir con autenticidad las sensaciones de lo que fueron las palizas, las duchas gélidas o abrasadoras, los ahorcamientos, los tiros en la nuca, las sórdidas enfermerías, las horas interminables en formación, el miedo... Sin embargo, páginas como las de este libro mantendrán vivo su recuerdo.
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