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Sebastian Barnac tiene diecisiete años. Es un adolescente extremadamente tímido, guapo y con alma de poeta, que inspira cariño y ternura por sus facciones infantiles. Un verano viaja a Italia y en ese momento empezará realmente su educación. Bruno Rontini, un piadoso librero que le enseña sobre lo espiritual, y el tío Eustace, quien lo introduce en los placeres profanos de la vida, serán sus maestros. Pero todo ello tan sólo es el pretexto para que Aldous Huxley cree una obra que va mucho más allá: una novela de ideas, una novela de caracteres, una crítica de la historia humana y un viaje a la realidad de lo desconocido; una novela que desgrana el comportamiento humano hasta que, en el epílogo, muestra, a la vez, toda su grandeza y toda su miseria. Publicada por primera vez en 1944 y considerada por el propio Huxley como su mejor novela, El tiempo debe detenerse parte de los celebrados versos de Shakespeare y, desde una ventana fascinante a la sociedad inglesa de los años veinte, nos impresiona por la genialidad de Huxley como narrador y creador de situaciones dramáticas, pero también, y sobre todo, por su asombrosa indagación en las contradicciones de la filosofía del siglo XX, la verdadera naturaleza del dolor, la esperanza y el tiempo.
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