En algunas ocasiones las existencias pueden estar erróneas o no se lo podremos conseguir en el plazo señalado. Confiamos en su comprensión y le agradecemos la confianza depositada. Esperamos no defraudarle.
¿Quiénes seríamos sin nuestra intranquilidad? Digamos que, si no tenemos otra opción que vivir con nuestra intranquilidad, mejor quererla un poco. Prefiero los intranquilos que los tranquilizantes. Perturbados, perturbadores, me gustan sus vuelcos, exigencia, su insatisfacción. Y si vosotros sois de naturaleza serena y pausada, no quisiera en ningún caso introducir esa piedrecita en vuestras almas tranquilas. Aunque puede que sí. Quizás os deseo que os sintáis un poco perturbados. Al menos os deseo la pequeña inconfortabilidad, la punta de impaciencia, el estremecimiento necesario para retomar el camino milenario que estira la masa de la que estamos constituidos los humanos y la revela a ella misma.» Releyendo su propia existencia, pero también los evangelios y otras grandes obras literarias, Marion Muller-Colard nos invita, en este libro bellísimo, a compartir nuestra condición de intranquilos. Acoger la intranquilidad, el desasosiego, la inquietud, es luchar contra el conformismo y el adormecimiento.
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