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La familia estaba de luto. Los abuelos habían muerto y no había ánimo para pensar en vacaciones. Pero Gerardo, Jerry para los íntimos, no tenía la culpa de nada y, por eso, sus padres decidieron mandarlo a casa del tío Adelmo. Lo malo es que el tío trabajaba como sepulturero, vivía en pleno cementerio y tenía una pajarera llena, pero llena de murciélagos...
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