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En 1859, el ciudadano Joshua Norton se presentó en las oficinas del San Fancisco Bulletin y entregó al director del diario un texto en que se proclamaba Emperador de los Estados Unidos. Se autoinvestía así el Emperador Norton I, que más tarde fue incluso Protector de México, además de muy querido por la ciudadanía de San Francisco.
Deulonder ha investigado lo que hay de cierto y de impostura en Joshua Norton, hasta dónde llegaban los límites de su sensatez y hasta dónde las pruebas que atestiguan que era descendiente de una dinastía real. Autores de renombre como Mark Twain también lo hicieron y trataron de radiografiar a este excéntrico, humano y noble personaje.
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