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El opio ha dejado un vacío que ha cambiado la geografía física y humana de Indochina. Tras un siglo xx dorado, las plantaciones prácticamente han desaparecido. Sin amapolas moteando las laderas de las montañas, la etnia que las cultivó ha quedado despojada de todo poder. Abocados a la pobreza, y sospechosos eternos por la lealtad de sus abuelos a los invasores franceses y estadounidenses, los herederos del opio luchan para que su identidad no muera. Este es el relato de personas que plantan cara y otras que desisten. Historias de pueblos que sucumben a la asimilación arrolladora, de familias bajo el asedio del ejército en las profundidades de la jungla o que caen desesperadamente en brazos de predicadores cristianos. También son las paradojas de los regímenes autoritarios que gobiernan la región, capaces de cualquier cosa con tal de mantenerse a flote. Un hotel cinco estrellas con vistas al precipicio donde se arrojaron a disidentes, calles de esclavas sexuales tras un mural de propaganda patriótica, o cadenas de fast food allí donde se consumió la droga que financió la aventura colonial.
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