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El escritor Camilo Estruch, buen conocedor de la América del XIX, describe a la mujer de los tres países con un esquema semejante. Primero, las indígenas. En Perú se concentra en las de raza quichua. En Bolivia, en las aymaraes. Estas últimas visten ?una pieza de bayetón grueso hilado y tejido por sus manos, de color negro, que ciñe a la cintura; un camisolín bordado que ajusta al cuello; un rebozo de tela gruesa cubre sus hombros, abrochándolo sobre el pecho con una aguja grande de oro o cobre. Casi siempre va descalza, y se dedica a los trabajos más penosos. Suele llevar a sus hijos en la espalda sujetos por una manta al cuerpo.(...) Está dominada por la despótica voluntad de su marido, a quien obedece sin réplica y temblando?. Respecto a la indígena brasileña, señala que predominantemente tiene ?un aspecto agradable (...). ?De estatura mediana; tiene buenos colores, pechos cónicos, espaldas algo anchas, y manos y pies pequeños. Su cara es de forma aplastada, con los pómulos muy salientes, y sus ojos revelan bastante vivacidad; sus labios y nariz son abultados, y su cabeza, algo aguda en su extremidad sup
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