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Finalizada la Gran Guerra, el Tratado de Versalles buscó impedir, entre otras cosas, el rearme de Alemania. Dictaba el documento unas restricciones que impedían a la Reichsmarine dotarse de buques que superasen determinadas carcterísticas, pero creaba con ello la circunstancia ideal para que los ingenieros navales germanos se pusieran manos a la obra en la busqueda de navíos efectivos que cumpliesen la estricta norma impuesta. Nació así el concepto de Panzerschiff, buque acorazado ligero, rápido y de enorme autonomía, cuyas características preocuparon a franceses y británicos. Comenzó entonces una carrera en la construcción naval en cuya segunda etapa nacieron los dos buques que protagonizan esta obra, los acorazados Scharnhorst y Gneisenau, navíos diseñados para atacar el tráfico mercante adversario, misión que cumplieron una vez comenzada la II Guerra Mundial, de manera impecable, llevando la guerra al corazón de los suministros británicos. Hundieron buques de carga y de guerra, apoyaron los desembarcos alemanes en Noruega y protagonizaron la increíble Operación Cerberus, logrando atravesar el Canal de La
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