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Se sabía que entre vegas, páramos, altiplanos, sabanas y selvas, había muchas mujeres y hombres apegados a la tierra; donde, en el más absoluto silencio, creaban y recreaban la palabra mundo, un espacio abierto donde cabían todas y todos. Se sabía que entre tanta amalgama de paisajes y paisanajes se escondían auténticas maravillas construyendo lo común, como el hacer agricultura con la sabiduría de las ancianas para alimentar a la gente. Se sabía que dabas un paso y aparecía una hacedora y un hacedor, que seguías dando pasos y nuevas hacedoras y hacedores seguían apareciendo, haciendo realidad los sueños y construyendo nuevas utopías que permitían vidas cargadas de dignidad. Y también se sabía que en los tiempos modernos y postmodernos, con toda la tecnología para comunicarnos en décimas de segundo, nunca encontraron espacio alguno las historias construidas por la gente de a pie. Pero entre la MUCHA GENTE PEQUEÑA, también nos encontramos con personas que, como Gustavo Duch, construyen con las palabras escuchadas a muchas gentes, preciosos relatos para visibilizar la sencillez. Como la sabiduría de la tierra.
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