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Álvaro Ruibal fue uno de los periodistas españoles más admirados de la segunda mitad del siglo XX. Nació en Santiago de Compostela en 1910 y, aunque la tierra gallega siempre la llevó en el regazo, se formó intelectual y moralmente en el Madrid republicano. La Guerra Civil le obligó a asentarse en Barcelona. Llegó a dirigir la revista Destino. Libre de espíritu, reacio a cualquier clase de etiqueta, abrió con su escritura espacios de libertad dentro de la asfixiante dictadura. Durante cerca de cuarenta años publicó ininterrumpidamente con gran éxito un artículo diario en La Vanguardia. Pero, además de su faceta de columnista, cultivó los libros de viaje. Ruibal perteneció a la estirpe de viajeros ilustrados. Como los noventayochistas, su pasión se dirigió hacia los vastos territorios de la geografía española. Recorrió infatigable cada uno de sus rincones. Tuvo predilección por los pueblos y sus gentes humildes. Intuitivo como era, nos advirtió antes que nadie del peligro de la España vacía. Le tiraba todo lo que rezumase a pasado. Murió el 15 de enero de 1999. Un día después salió publicado su último artícu
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