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?Viridiana? es un filme inagotable, como toda obra maestra que se precie. Quizá no sea la mejor película de la historia del cine español. Pero sí es la que tuvo una repercusión de mayores proporciones y la que ha conocido un destino más accidentado. Ninguna otra película española ha sido acusada de blasfema por el ?L?Osservatore Romano?, ni ha provocado la destitución de altos cargos del gobierno, ni se vio desprovista de su nacionalidad, que tardó veinte años en recuperar. Viridiana no alcanzaría el cielo de las carteleras españolas hasta 1977. Era ya por entonces una obra mítica de nuestro cine. Y lo sigue siendo con toda justicia. ?Viridiana? es una película absolutamente singular, a un tiempo fría y vital, noble y esperpéntica, en la que toman cuerpo todas las obsesiones de Luis Buñuel, que no eran pocas. Buñuel, por supuesto, pintó su cuadro no ya en blanco y negro, sino con el humor negro. Un humor negro cruzado con la metáfora y de hondas raíces hispanas, de Quevedo a Valle-Inclán, de Goya a Baroja, de Galdós a Poncela. Viridiana, a fin de cuentas, no es otra cosa que un monumento en celuloide a la
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