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La Declaración Universal de Derechos del Hombre de 1948, que se refleja en la Constitución Española de 1978, expresa las ansias de libertad y convivencia que tenemos los seres humanos. Desgraciadamente, derechos básicos tales como el de la libertad ideológica son conculcados en muchos páises, no sólo en aquéllos que tienen regímenes dictatoriales sino también en países democráticos avanzados.

La libertad de conciencia es fácilmente agredida desde la plataforma del "pensamiento socialmente correcto". Todo lo "novedoso" (aunque en otros países pueda ser milenario), todo lo que se sale del "rebaño", es fácilmente descalificado sin ni siquiera conocerlo. Y sin darle importancia, se incuba el huevo de la intolerancia de donde surge la serpiente de la Inquisición, del fascismo, del totalitarismo e incluso del terrorismo de ETA que sufre España en nuestros días.

El autor narra con detalle un caso concreto que demuestra cómo, en la España democrática, la intolerancia religiosa y la discriminación profesional subsiguiente son una realidad y y denuncia el escaso valor o diligencia que existe en las instituciones públicas y privadas para corregir esas actitudes y comportamientos.