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José Luis Rodríguez Zapatero comenzó a leer a Borges en la década de los setenta, en su casa natal, en León. Pasan los años y adquiere, como tantos otros, la sensación, nada fatigosa, de que se ha convertido en un relector del escritor argentino. En 2001, se le brinda la oportunidad de prologar una edición de Ficciones y conoce personalmente a María Kodama. A partir de la primavera de 2004, se abre un tiempo en el que apenas puede frecuentarlo, aunque en su despacho siempre le acompaña una foto de Borges junto a Bioy ante una biblioteca. Desde la Nochebuena de 2011, lo recupera para ya no abandonarlo. Y ahora, con estas páginas, comparece ante las lectoras y los lectores de su escritor predilecto, en tal condición y no en ninguna otra, como uno de ellos. Lo hace para mostrar su lealtad borgiana, para no traicionar a Borges.
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