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En la literatura del siglo XVIII, el vampiro es ante todo lamanifestación del deseo sexual, un hambre prohibida, imposible deapagar, que ninguna moralidad puede domesticar. La vampiresa o vampira representa el catalizador perfecto de las represiones de la sociedadburguesa anglosajona de la época. Su oscuro erotismo, cuyo mordiscoanestesia y provoca el delirio erótico de lo prohibido y la atraccióndel mal sobre todos nosotros no hacen sino ocultar el miedo latenteque sentía el mundo occidental hacia la libertad de la mujer.Todos los aspectos negativos de la experiencia amorosa (celos, odio,pasión devoradora?) se escenifican en estas tragedias ardientes. Yplantean a la mujer en el centro del círculo de amor maldito que juega con las ambigüedades entre placer-dolor, amor-crueldad. Este volumennavega entre la fascinación por la bella difunta de Edgard Allan Poecon Ligeia y Berenice a la obscena y deliciosa cortesana Clarimonda de Théophile Gautier o la congoja que despertaron las lésbicas pasionesde Carmilla de Joseph Sheridan Le Fanu que hace de lo cruel una formade amor entre otros relatos.
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