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Víctor odiaba a los fantasmas. Los odiaba con todas sus fuerzas. Los odiaba desde que había tenido uso de razón. Y a medida que se fue haciendo mayor, su odio hacia los fantasmas fue creciendo también. Aunque, durante mucho tiempo, los fantasmas solo se limitaron a ser molestos. Hasta que un día las cosas empezaron a ponerse feas de verdad.
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