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En Las virtudes peligrosas, Premio Ciudad de Barcelona 1985, Ana M aría Moix consigue dominar plenamente un género tan difícil y sutil como el cuento. En la primera de estas narraciones, los recuerdos de una anciana, viuda de un general, dibujan sobre la luz tamizada del presente su desgarradora y silenciosa historia de amor con otra mujer, una pasión que hizo enloquecer al marido y que, pasados los años, regresa a través de los ojos de una niña que contempla el postrer baile de aquellos fantasmas crepusculares. En la última, una mujer, separada del mundo y de sus habitantes por la película gris de la incomunicación, asiste a una fiesta donde poco a poco se desovillan los hilos que unen a los distintos invitados, dejando al descubierto todas las frustraciones, los desengaños y los gestos hipócritasque componen el delicado tapiz de las relaciones humanas. Enmarcados por estas dos figuras femeninas, que abren y cierran un variado catálogo de virtudes peligrosas y pecados dulces, desfilan los rostros de otros hombres y mujeres, todos inolvidables, que nos dan la justa medida del talento literario de Ana María Moix.
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