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En 383 Gregorio de Nacianzo se retiró por completo a una vida ascética que duraría seis o siete años. Era un hombre habituado a esta clase de vida desde hacía tiempo, y por un tiempo durmió sobre paja, se vistió de saco y su alimentación fue completamente frugal. En los últimos años de su vida llegó a imponerse un absoluto silencio durante toda una Cuaresma. No obstante, su vida siguió siendo extraordinariamente activa hasta el último instante. En sus últimos años dedicó mucho tiempo a la oración y sobre todo a la escritura. Toda su vida la pasó hablando o escribiendo, conocedor como era de que la escritura llega donde no alcanza la palabra.
Retirado de la vida activa, el Nacianceno permanecía sin embargo más que atento a los problemas teológicos del momento. En efecto, el problema trinitario aún no se había resuelto de manera definitiva, y desde su retiro provinciano el Teólogo interviene vigorosamente escribiendo tres pequeños tratados a los que da forma epistolar. Son las tres Cartas teológicas, dirigidas respectivamente al sacerdote Cledonio y a Nectario de Constantinopla.
En esta clase de escritos hay que cuidar lo característico de su autor, pues la carta es como el espejo del alma, y por lo mismo hay que tener en cuenta su extensión. Con excepción de esos tres pequeños tratados teológicos, todas sus cartas son breves y concretas. También huye de las frases alambicadas y excesivamente rebuscadas, y su contenido versa sobre asuntos sencillos y familiares.
En su epistolario, Gregorio se muestra casi siempre como el hombre influyente preocupado por sus conciudadanos y amigo de sus amigos; pero su pluma también nos permite ver al escritor delicado y refinado, el corazón de un profundo pensador y sobre todo un cristiano enamorado de su Dios. Pero donde la figura del sacerdote y del maestro emerge con un relieve más acentuado es principalmente en algunas cartas de carácter más íntimo, didáctico y dogmático, en las cartas de consejo, exhortación o consuelo.
La presente edición ofrece traducidas al castellano por primera vez las doscientas cuarenta y nueve cartas que integran el corpus epistolar de san Gregorio Nacianceno.
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