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Los primeros carros de combate foráneos recibidos en España después de la sublevación militar del 18 de julio de 1936, fueron los Fiat-Ansaldo CV.33/35 italianos, unos vehículos muy ligeros y rápidos, armados con dos ametralladoras y tripulados por dos hombres. Pese a que su desarrollo y fabricación era muy reciente, el CV.33/35 era un carro con muchísimas carencias y sus usuarios experimentarían pronto su ineficacia para enfrentarse a los blindados enemigos en el campo de batalla. En septiembre de 1936, los alemanes decidieron enviar al ejército sublevado un batallón de carros ligeros Panzer I el modelo más numeroso del parque acorazado teutón, incluyendo personal instructor para formar tripulaciones españolas. Al mando del contingente se puso a uno de los teóricos más importantes del momento en el desarrollo de las unidades acorazadas alemanas, el Oberstleutnant Wilhelm Ritter von Thoma. Tras su empleo en operaciones los sublevados consideraron ambos modelos de carros muy limitados para el combate, pero ni Alemania ni Italia consintieron enviar otros medios acorazados de mayor entidad y mejores prestaciones.
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