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Francisco Largo Caballero fue un sindicalista y político, dirigente del Partido Socialista Obrero Español y de la Unión General de Trabajadores. Fue el dirigente obrero más relevante en España y auténtico heredero del fundador, Pablo Iglesias, al tiempo que un dirigente de masas, ministro y presidente del Gobierno, promotor y mantenedor de proyectos societarios. La personalidad y la actuación de Largo Caballero fueron siempre complejas, poliédricas y contradictorias. Le tocó vivir tiempos convulsos en primera línea de la política: la dictadura de Primo de Rivera, la República y la Guerra Civil. Su liderazgo y sus decisiones han sido muy criticados y, su figura, desnaturalizada con frecuencia.
En su calvario en el exilio clamaría: «Desde el año 1909, ¡treinta años!, no me he visto libre jamás de las garras de la policía y de los tribunales, y todo por el delito de tener ideas socialistas». Era marxista revolucionario pero también un reformador social y un sindicalista pragmático. Fue cinco veces concejal en el Ayuntamiento de Madrid donde combatió la corrupción al tiempo que dirigía la ejemplar Mutualidad Obrera. Desde la huelga general en España de 1917, que casi le llevó al paredón, pasó por etapas legalistas y rupturistas. Rehuyó la confrontación con la dictadura primoriverista pero se implicó en la llegada de la República en 1931 donde fue un gran ministro de Trabajo; en 1934 se embarcaría en la fracasada Revolución de Octubre. Con la llegada de la Guerra Civil se recurre a él para presidir el Gobierno desde el cual intentó disciplinar al ejército y mantener unidos a los republicanos. Enfrentado a los comunistas y a una parte de los socialistas, en 1937 fue obligado a abandonar el cargo y, en Francia, fue perseguido por los agentes franquistas hasta terminar en el campo de exterminio nazi de Oranienburg.
Al regresar a Francia en 1945, con pocos meses de vida por delante, sintiéndose «más español y más socialista si cabe que nunca» defendió su propuesta de una Transición pacífica y sin revanchas. Esta vez tuvo el apoyo de Indalecio Prieto y del PCE pero ya era tarde para él... y para España.
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