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Javier Marías elabora en el transcurso de los años un universo novelesco caracterizado por una reflexión constante sobre el tiempo. Si tanto El monarca del tiempo como El siglo representan los primeros acercamientos a este nudo. Todas las almas y Negra espalda del tiempo encarnarían las dos fases en las que ese mismo enigma se muestra en toda su ambigüedad y en toda su irremediable complejidad. De hecho, ambigüedad y complejidad son rasgos fundamentales que podemos ver en todos los narradores-protagonistas de las obras del autor madrileño. El tiempo, en este sentido, representa solo el primer polo o incluso el polo favorito alrededor del cual giran las hipótesis interpretativas, la curiosidad hermenéutica y el estupor metafísico de las varias voces narradoras, siendo el segundo polo el representado por el lenguaje. En el mismo acto de la escritura, siempre evidenciado fenomenológicamente, son los mismos narradores quienes problematizan la eficacia del lenguaje en su posibilidad (o mejor dicho, imposibilidad e incapacidad) de reproducir lo real y de recordar los hechos pasados y rememorados o solo imaginados,
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