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En 1948 el joven poeta Thorkild Bjørnvig visitó Rungstedlund, la mítica mansión de Karen Blixen, sin sospechar que su vida estaba a punto de dar un vuelco extraordinario. Se le había convocado bajo el falso pretexto de que la sobrina de Blixen admiraba sus poemas, pero era la célebre autora de Lejos de Africa quien deseaba conocerle. Esta mentira piadosa dio pie a una tortuosa amistad por la que Bjørnvig pagaría un alto precio. Totalmente subyugado por el carisma y las atenciones de la baronesa von Blixen, Bjørnvig accedió a un pacto desigual: a cambio de convertirse en aprendiz y confidente de una mujer que le doblaba en edad, soportaría toda clase de caprichos, desplantes y manipulaciones. Pese a ello, existió entre ambos una emocionante compenetración espiritual -con visos de amor platónico- que aflora en su correspondencia y en las conversaciones que mantuvieron durante las estancias del poeta en Rungstedlund. Blixen ejerció un magisterio tan sublime como aterrador sobre su amigo, con quien remomoró sus años en Africa y departió acerca de temas tan dispares como el eros, el cristianismo, los experimentos
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