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Hace diez años, mi libro de las dos primeras décadas de esta historia Operación Chamartín. Historia de una realidad virtual, se resumía en su contraportada con estas palabras: En 1993, RENFE adjudicó, en un ominoso concurso público, «el derecho de adquirir» un suelo que había sido expropiado para la construcción de la estación de Chamartín y sus accesos. El suelo tenía una capacidad edificatoria de 187.358 m2 y fue adjudicado a DUCH, S.A. para que construyera un nuevo barrio diseñado por Ricardo Bofill. Hoy, veinte años después, DUCH, S.A., propiedad del BBVA en un 72,5%, tiene el «derecho de adquirir» 1.855.521 m2 de aprovechamiento urbanístico, diez veces más que cuando se adjudicó pero, aunque los medios han informado reiteradas veces de que «Arranca la Operación Chamartín», DUCH, S.A. no ha pagado ni un solo euro a RENFE, no ha movido ni un puñado de tierra ni ha puesto un solo ladrillo en el suelo de la virtual Operación Chamartín. Mientras tanto, la Administración Pública ha modificado y ampliado varias veces el contrato con DUCH, S.A. sin nuevos concursos públicos, ha recalificado tres veces e
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