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La convivencia es un rasgo de inteligencia de los seres humanos, es lo que nos hace humanos. En Euskadi, la convivencia se ha confrontado durante décadas con la intolerancia extrema del terrorismo; el final de ETA la ha convertido en una comunidad distinta. Pero la justificación del mal causado durante tantos años está todavía presente e impide que los vascos y las vascas compartan una misma memoria democrática. Incluso puede que tengan que convivir con ese déficit para siempre, dando carta de naturaleza a un olvido impuesto. Claro que no es ese el único reto que tiene ante sí la convivencia, pues más de dos millones de personas se concentran en un territorio limitado y en esa comunidad confluyen todas las tensiones y más de las que se dan en nuestro entorno: la complejidad de las sociedades actuales teniendo que dejar espacio a la diversidad identitaria; el arte de lo posible de la política sometido a la sublimación de los imposibles; el propio reto de convivir con, y en, la desigualdad; el envejecimiento de la población cuando la inteligencia artificial puede poner también en cuestión eso de ser vascos.&nb
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