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El sol se quedó sin alma aquella madrugada, cuando al desprender sus primeros rayos sobre la fachada de Los Cristalitos estos se reflejaron sobre el cuerpo sin vida de Pedro Vega, tendido frente a la puerta del majestuoso edificio. Tres cadáveres de Tué-tués colocados boca arriba alrededor del patriarca, con sus alas extendidas formando una cruz, decoraban con ferocidad la macabra escena. El patriarca de Los Cristalitos yacía en posición decúbito supino, completamente desnudo y con un bisturí clavado en el lado izquierdo de su pecho. No había restos de sangre alrededor y el color cetrino de su piel denotaba que Pedro Vega llevaba muerto bastantes horas. Cuando Maravillas Vega despertó aquella mañana y se asomó al balcón de su habitación, un grito ahogado en el más absoluto silencio desgarró el cielo. Minutos después, las sirenas de varias patrullas de policía, alertadas por un vecino, irrumpirían en la escena para acabar ocultando la ausencia de vida bajo una sábana blanca.
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