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El tatuaje no ha sido, hasta ahora, objeto de investigación filosófica. Así, mientras estas marcas indelebles en la piel han despertado el interés de antropólogos y sociólogos, han dejado indiferente a la filosofía, incapaz de ver en ellas una clave de acceso al estudio de la identidad, del sentido de pertenencia y de la dialéctica entre individuo y comunidad. El desafío que propone Federico Vercellone es precisamente este: estudiar la práctica del tatuaje y su enorme difusión para interrogar ciertas especificidades macroscópicas de la actualidad, empezando por el malentendido fundamental entre autenticidad y verdad. Esta última es, por definición, universal: es impersonal y compartida. La autenticidad, en cambio, es expresión personal: afirmación única e inconfundible de un hipotético «yo verdadero». Por tanto, a través de los símbolos insertos en el cuerpo, la subjetividad se convierte, para cada persona, en verdad: en la propia verdad individual y encarnada. El tatuaje, en definitiva, es síntoma y testigo de un cambio crucial. La cultura occidental, perdida su ambición democrática y universalista, rec
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