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Al sureste de una península fantástica hay un pueblo lleno de voces y ecos, atrapado en una pena grande y prolongada para la que no se ha encontrado remedio. Se llama Espartal y está confundido en la física elástica del tiempo ensimismado. Las voces y los ecos no terminan nunca de apagarse porque se realimentan del otro lado a través de las grietas que produce en el tiempo y en las cosas esa endiablada física elástica de la que todavía no se han descubierto sus leyes. Así que a los hechos, siempre relativos, le acompañan los sueños y las experiencias fantásticas e irreales. Todo cierto y mudable al mismo tiempo. Cierto porque ya ha quedado recogido en las letras impresas de un libro que es lo que al fin y al cabo fija la realidad y mudable porque ha sido construido según le ha venido en gana al autor que ha juntado todas las letras, tanto las impresas y las visibles como las no impresas, sugeridas y supuestas. El pueblo, Espartal, no tiene límites, es universal. En este pueblo tan peculiar cabe toda la geografía del mundo, incluso cabe, un poco apretada eso sí, en la habitación de una de sus dúctiles ca
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