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Estas obras raras que nos ofrece Gabriel Calderón son perversas, perono por su oscuridad o malicia, sino por perturbar el orden, el caminode lo políticamente correcto. Esta rareza reside en sus temas, en esas frustraciones dramáticas que parecen no entenderse entre piruetasextrañas, originales y hasta graciosas. Aparentemente de intencionessimples, en estos textos suceden cosas que parecen extrañas, fuera del orden en el que se desarrollan, pero que nos abordan con intensidad y misterio.«Mi muñequita, la farsa» es una comedia grotesca en donde, a partir de la historia de una niña, se cuestiona el concepto de familia, esainstitución «aparentemente sólida y bien constituida» que terminacubierta por la violencia y la incomprensión. «La mitad de Dios» sedesarrolla en una atmósfera de desconcierto ante las dudas que generala Iglesia y la religión; es una crítica cargada de humor negro sobrelos fanatismos absurdos. «Historia de un jabalí o Algo de Ricardo» nos muestra a un actor intentando encontrar su propio método parainterpretar al personaje shakespereano de Ricardo III; en este afán,notará que entre él y ese p
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