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En 1978 Juana Doña denunciaba el silencio atronador que, durante años, reinó en la historiografía española con relación al pasado violento y traumático experimentado por las mujeres durante la dictadura franquista. Dentro y fuera de los libros de historia, la guerra, los paredones, las cárceles o la resistencia se analizaban y relataban en clave masculina, con los hombres como principales y casi únicos protagonistas. Transcurridas más de cuatro décadas de aquellas palabras, hoy resulta imposible volver la vista hacia ese pasado e ignorar el lugar destacado que siempre ocuparon las mujeres, que no solo fueron duramente perseguidas y castigadas, sino que la violencia dirigida contra ellas tuvo rasgos propios y objetivos específicos. Se las juzgó y escarmentó, por «rojas» pero también por contravenir los límites sociales y culturales establecidos por un sistema de dominación patriarcal y subordinación femenina que definía perfectamente los modelos de masculinidad y feminidad. Esa violencia encuentra su explicación, naturalmente, en las dinámicas específicas generadas por el golpe de Estado de 1936, pero tambié
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