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En 2022 se cumplió el 100 aniversario de un evento histórico mundial apenas hoy recordado en la Europa contemporánea: el incendio de «la Perla del Egeo» Esmirna, actual Izmir, la más floreciente y cosmopolita ciudad portuaria otomana, que durante siglos conoció la prosperidad. Su privilegiada localización la convirtió en una de las principales ciudades del Imperio en Asia Menor con un dinámico centro financiero y en la bisagra estratégica para el desarrollo de un creciente comercio de mercancías del Imperio otomano con el lejano oriente y Europa. La vida en la próspera urbe se desenvolvía en un vibrante, rico y cautivador espacio multicultural, multiétnico y multirreligioso donde convivían en un clima de tolerancia griegos, armenios, levantinos, judíos, otomanos turcos, ingleses, estadounidenses y franceses, entre otras nacionalidades, de distintos credos, cristianos o musulmanes, lenguas y costumbres. El incendio y la destrucción deliberada de esta legendaria metrópoli en septiembre de 1922, en el que murieron decenas de miles de personas, fue uno de los peores crímenes de guerra y tragedias humanitarias
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