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Ernst Weiss aborda en El testigo ocular un tema tan importante como delicado: el ascenso al poder de Hitler, de quien él mismo fue víctima, pues se convirtió en uno de los numerosos exiliados que optaron por el suicidio, en su caso como consecuencia de la entrada de las tropas alemanas en París en 1940. Con gran precisión, Weiss relata la historia de un joven médico que, a finales de la Primera Guerra Mundial, consigue curar por medios hipnóticos al cabo H. de su ceguera histérica y, posteriormente, debe comprobar las terribles dimensiones de su heoricidad científica: su antiguo paciente logra hipnotizar a los alemanes hasta el punto de transformar el país en un auténtico recipiente de ceguera colectiva. A través de los distintos episodios que jalonan la vida del narrador, Weiss señala algunos factores que propiciaron el éxito del ideario nacionalsocialista en la Alemania de su tiempo. Por ello, en 1963, año de la publicación póstuma de El testigo ocular, Hermann Kesten afirmó que en esta novela el verdadero protagonista es el pueblo alemán: «También [éste] fue testigo ocular, más aún, fue el auténtico testigo ocular».
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