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Muchos amantes y estudiosos de la Historia han venido preguntándose a lo largo de los años sobre la identidad cultural de los pueblos de la Hispania antigua: ¿Qué gentes eran y qué lenguas hablaban astures, vacceos, cántabros, vascones, lacetanos, carpetanos, lusitanos, ilergetes, vetones, turdetanos, contestanos, bastetanos y tantos otros que ocupaban estas tierras antes del dominio romano?
Las visiones aportadas por los tratadistas dejan en la incógnita la adscripción étnica, cultural y lingüística de la mayor parte de los habitantes de la Península, especialmente los de los ámbitos mediterráneo y meridional, si se exceptúan las habituales referencias a la vinculación con los celtas de las áreas central y noroccidental, así como a la imprecisa relación de Tartessos con el mundo egeoanatólico.
Este libro trata de mostrar que la mayoría de aquellas gentes formaban parte del mismo tronco indoeuropeo al que pertenecían latinos, griegos, celtas, germanos, hititas o indoiranios por su lengua y su cultura, excepción hecha de los conocidos asentamientos coloniales semíticos costeros con escasa implantación territorial.
A lo largo del texto se identifican sobre el territorio peninsular distintas voces con las que en aquel grupo de lenguas designaron ríos, montes, aldeas, clanes, fortalezas y mercados, así como ciertas plantas y animales. Este conjunto léxico no solo permite reconocer el sentido del nombre de cientos de poblaciones como Hispalis, Tarraco, Iruña, Olisippo (Lisboa), Pallantia, Sagunto, Tartessos, Helmántica, Ilicc o Ilerda, si no de etnónimos como el de los vacceos, astures, vetones, vascones, galaicos, oretanos, edetanos, ilergetes, turdetanos o cántabros, entre otros.
Puede contemplarse así un panorama cultural y lingüístico de la Hispania prerromana que, más allá de su notable diversidad, muestra una notable vinculación al viejo tronco común. La Antigüedad peninsular pasa a mostrarse como una síntesis etnológica de las distintas penetraciones que, a lo largo de milenios, llegaron a configurar una especie de Indoeuropa en el extremo occidental del mundo antiguo.
Síntesis que no solo se percibe en los ámbitos tradicionalmente considerados indoeuropeos, sino en otros habitualmente contemplados como ajenos a este escenario lingüístico, como son los vinculados a la lengua ibérica mediterránea y al protovasco.