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La Corte y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos muestran, en sus resoluciones, una acusada influencia del pensamiento filosófico de la posmodernidad, cuyas vertientes predominantes niegan la existencia de la verdad, la razón, la naturaleza y, ni digamos, la metafísica. Esto se advierte en temas controversiales como el aborto, el matrimonio igualitario y el inicio de la vida en la fecundación in vitro. Y no hay razones para suponer que -estos órganos interamericanos- seguirán un derrotero diferente en temas como la maternidad subrogada, la homoparentalidad y la eutanasia. Esto hace que cualquier ôidea moralö, que haya podido estar en la base de los Derechos Humanos se desvanezca causando que, en lo sucesivo, estos Derechos evolucionen como productos ciegos de una dinámica social impuesta por los militantes de un pensamiento posmoderno y nihilista, que se instala progresivamente en la cultura. A la circunstancia anterior contribuye: i) El carácter mixto de un tribunal internacional, integrado con juristas de diferentes tradiciones jurídicas (Common Law y Civil Law), con un posicionamiento distinto f
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