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Cualquiera que sepa algo de Manuel Sacristán y de su polifacética personalidad como lógico y filósofo de la ciencia, militante comunista, traductor y estudioso de la obra de Marx, y temprano introductor de la ecología política o el pacifismo antinuclear en nuestro país, tiene por fuerza que sentirse interpelado, entre otras cosas, por su capacidad de anticipación. Sacristán estuvo entre los primeros que plantearon la importancia de la cuestión ecológica para el pensamiento social y la acción política. Y lo hizo mientras encajaba anímica e intelectualmente los primeros síntomas de crisis del movimiento obrero y de la tradición comunista a la que había dedicado la mayor parte de su vida adulta. La importancia de su labor intelectual fue y es tan destacada, que parece increíble que alguien tan notable como él, cuyas clases eran acontecimientos a los que asistían jóvenes procedentes de otras facultades o que ni siquiera eran universitarios, sea en la actualidad un desconocido para mucha gente que sin saberlo ha aprendido a pensar el mundo en unos términos que en cierta medida Sacristán contribuyó a formular añ
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