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Urraca, además de convertirse desde su trono en el reino de León en la primera reina y emperatriz de la vieja Europa, fue una mujer valiente en un mundo y una época que le eran hostiles. Enfrentada a nobles codiciosos, clérigos intransigentes y un marido misógino y maltratador, a todos ellos supo plantar cara para sobrevivir a sus ambiciones, intrigas y a los prejuicios que los llevaron a juzgarla libertina y licenciosa por comportamientos considerados normales en los reyes varones, a más de sostener contra sus derechos, que una hembra no estaba capacitada para dirigir un reino. Se casó siendo una niña con Raimundo de Borgoña, pero quedó viuda con tan solo 27 años. Su segundo esposo, Alfonso I de Aragón resultó un rey violento que odiaba a las mujeres y cuyo odio hubo de sufrir la propia reina, al propiciar continuos enfrentamientos armados y pretender ostentar el título de emperador ligado al reino de León. También su hermanastra Teresa de Portugal acabaría siendo una fuente continua de problemas al pretender para ella el trono leonés o en su defecto, conseguirlo convirtiendo el condado portucalense, legado
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