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Hubo que esperar hasta la publicación del libro Los jardines de Silihdar (1935) para conocer no solo las historias de príncipes y guerreros armenios, santos y figuras religiosas, sino también las del pueblo armenio y su vida cotidiana. A través de sus recuerdos de infancia, Zabel Yesayan captura el alma de su ciudad, Constantinopla, y nos narra la vida del pueblo armenio de la época -pero también la de los turcos y griegos- a través de una galería de personajes inolvidables, entre los que destacan la abuela, Dudu, que tuvo una infancia difícil bajo el dominio de los jenízaros y que se avergüenza ante la más mínima muestra de afecto; su hijo, el tío Jachig, que tiene la osadía de ignorar los deberes de la tradición al casarse con la mujer que ama; sus padres, melancólica y enfermiza ella, cariñoso y algo derrochador él; el tío Artin, armenio hasta la médula, o los pescadores y barqueros de los barrios pobres. La prosa de Yesayan recrea con inmediatez el latido diario de un mundo perdido y hermoso en una época de precario equilibrio, sus sonidos, olores, sabores y paisajes, y las personas que lo habitaban.
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